Un proyecto fresco, colorido, respetuoso, y ante todo muy enriquecedor.
Recibí recientemente la llamada de una persona muy especial, que ha apoyado mi obra de manera generosa, decidida y permanente (reservo el nombre por lógicas razones).
Ella me preguntó con su tradicional delicadeza si podría respetuosamente hacerme un encargo muy especial.
Me dijo que siempre había admirado la obra de una de las más importantes artistas colombianas de todos los tiempos, la maestra Ana Mercedes Hoyos, Al observar las obras de la maestra en un libro, quizo imaginarlas realizadas con el expresionismo que caracteriza mi trabajo, así que quiso llamarme para ver la posibilidad de que manteniendo obviamente un elemento conceptual que evocara a la maestra, pintara un bodegón alegórico con la manera libre, espontánea e intuitiva como suelo resolver mis trabajos.
Decidí enfrentar el reto con total disposición, teniendo la «patilla» como elemento central de la obra. La libertad que me brindó el encargo, era amplia, lo que me permitiría recorrer muchas opciones; al fin y al cabo en medio de la pandemia del COVID tendría el tiempo y espacio propicios para dejar volar las emociones. El formato lo definimos rápidamente, pues se trataba de una obra para su comedor principal. El proceso fue muy interesante, lleno de inquietud y expectativa. Significaba una regresión puntual al figurativo, pero no representaba un cambio para mi proceso; me encanta esa sensación de vacío e inseguridad que pone la «piel de gallina» al experimentar y explorar.
El resultado llegó en un tiempo más largo que el que yo esperaba. No fue fácil llegar a interpretar, dar forma y atmósfera al espíritu y a ese «sello» tan palpable en la obra de la maestra Hoyos, tomando distancia en el estilo, pero dejando una huella que nos acercara a la memoria y significado de este homenaje. Aquí está pues el resultado, con dos obras que quise terminar para que ella pudiera elegir. Se inclinó por la primera obra, lo que fue muy satisfactorio para mi. La otra obra está en mi poder.
